sábado, 18 de septiembre de 2010

CICLO DE LITERATURA TEMÁTICA

SEMANA DEL 13/09 AL 17/09.

VIERNES 17/09: RELATOS – PROSA POÉTICA.

TEMA: LA ALEGRÍA.


INTRODUCCIÓN AL TEMA: ¿QUÉ ES LA ALEGRÍA? Podemos comenzar con la significación de ALEGRÍA y sus sinónimos. Según la Real Academia Española, quien establece las normas y reglas a nuestra lengua el Castellano, que además es sumamente rica y está en constante evolución ya que según el uso que el hablante haga de tal o cual vocablo, se siente la necesidad de incorporarlo al Diccionario oficial.
La alegría Sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores. / Palabras, gestos o actos con que se expresa el júbilo o alegría. / Irresponsabilidad, ligereza. / Persona que es causa de gozo o júbilo. Ej: Es la alegría de la casa. / Regocijos y fiestas públicas. /
Algunos sinónimos son: algazara / contento / entusiasmo / exaltación / exultación / felicidad / gozo /
júbilo / placer / regocijo / albricias / enhorabuena / felicitación / goce / jarana / jovialidad / marcha /
optimismo / vacilada / vivacidad / animación / broma / diversión / entretenimiento / fiesta / deleite/
fruición / gozada / satisfacción / complacencia / gusto
Reflexionamos: ¿Alegría de qué? ¿Por qué nos alegramos? ¿Qué sentimos cuando nos alegramos? ¿Qué niveles de alegría podemos establecer? ¿Qué cosas nos alegran? ¿Qué sensaciones y vivencias nos ponen alegres? ¿Somos alegres por otros? , es decir ¿podemos alegrarnos por otros ajenos a nosotros? ¿Es un estado de ánimo? ¿Es un sentimiento? ¿Es una actitud de Vida? ¿Qué determina nuestra alegría? ¿Podemos estar alegres siempre? ¿Es la alegría un sentimiento muy interno que se transmite en todo nuestro exterior? ¿A partir de qué hechos o cosas podemos decir que acrecentamos la alegría o la disminuimos? La alegría esta dentro de todos nosotros. Proviene de la sensación de ser amado. Nace de apreciar el don de la vida. Surge cuando hacemos lo que nos parece correcto. La alegría se relaciona con la diversión, pero no es exactamente lo mismo. La diversión depende de lo que suceda afuera: pasarlo bien. La alegría, de lo que sucede adentro. Alegría es estar lleno de felicidad, paz, amor y una sensación de bienestar. Está dentro de todos nosotros. La alegría está siempre ahí, sin importar lo que pase afuera. Puedes aplicarla interior a todo lo que hagas. Puedes disfrutar de tus tareas y hasta de un trabajo aburrido o desagradable. Si buscas la alegría interior puedes hacer que el trabajo mas pesado se vuelva alegre. Es el sentido interior que nos ayuda a atravesar tiempos difíciles, aunque nos sintamos tristes. Sin alegría interior todos nuestros sentimientos dependen de lo que nos suceda. Cuando las cosas marchan bien afuera, nos sentimos bien. Cuando las cosas marchan mal, nos sentimos mal. Sin alegría interior estamos continuamente entre el dolor y el placer de lo que nos sucede. Sin alegría, cuando cesa la diversión, cesa nuestra felicidad. Sin la alegría, la tristeza se hace más y más profunda. Si somos alegres seguirán sucediéndonos cosas buenas y cosas malas, pero en el fondo nos mantendremos calmados y serenos. Continuamos sintiéndonos amados y a salvo. Cuando suceden cosas buenas la felicidad dura más. Cuando algo nos hiere nos sentimos tristes, naturalmente, pero recurriendo a la fuerza de la alegría interior, la tristeza no se vuelve cada vez más profunda: llega y se va. ¿Cómo Practicarla?
La alegría viene de tu espíritu: la encuentras dentro de ti. Tienes conciencia de que la vida es un don. Cuando hagas algo, hazlo con el corazón alegre. Cuando te sucedan cosas buenas, disfrútalas a fondo. Cuando te sucedan cosas malas, deja venir la tristeza y luego déjala ir. Busca la causa de lo que sucede: es esta una manera de hacerte más fuerte. Algo nuevo por aprender Hay alegría cuando ríes con ganas. El humor es una estupenda fuente de alegría. Aun cuando todo se haga difícil, experimenta tu paz y alegría interior. Los malos tiempos pasan. No olvides que eres amado. Siempre ha sido así desde que naciste. Estás practicando la Alegría cuando...
miras hacia adentro para encontrar la felicidad interior.
crees que Dios te creó y que te ama siempre.
disfrutas de las cosas que haces.
aprecias los dones de tu vida.
aprecias tus propios dones.
sientes paz interior aun cuando las cosas sean difíciles.
no olvidas reír.
Afirmación: Agradezco la alegría que hay dentro de mi. Disfruto con mi trabajo y con el juego. Aprecio los dones que este día me tiene reservados.

NUESTRAS FUENTES: http://www.wikipedia.org/ / http://www.foro.univisión.com/ /
http://www.anatomoi.blogspot.com/ / www.letras-uruguay.espaciolatino.com/narrativa.htm / Nuestra base de autores.

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AUTORES ARGENTINOS Y SUS TEXTOS

NORI BRUNORI. SAN GENARO, SANTA FE, ARGENTINA.

Optimismo


Él cree sin dudas que yo lo amo. Esa creencia es a pesar de que varias veces traté de hacerle entender que yo no lo necesitaba.
Ese pequeño ser que un día se metió entre las rejas del portón, porque estaba en la calle, abandonado, y los demás congéneres lo aporreaban, es hoy un ejemplo de optimismo.
Ya había tenido un perro, que fue mi compañero durante muchos años, pero había muerto. No quería saber nada de perros.
Cerré las puertas, corrí el portón de rejas, lo amenacé para que salga, no le ofrecí comida, lo eché a gritos.... Traté de no ver su mirada suplicante. Pero él insistió tanto en que yo sería su dueña, que me cansó. Quizás me conquistó con su modo obstinado, su osadía de perro que no se ofende ante nada.
Y allí está, dueño de un trapo de piso, enroscado en un rincón del lavadero. Por supuesto, tiene prohibido el ingreso a la casa. Pero a él no le importa, y me sigue con sus ojos tan alegres de conocerme, mueve frenéticamente su trozo de cola, da vueltas y vueltas delante de mí, baila, le demuestra a todo el mundo lo afortunado que es, que logró un lugar en mi afecto. Es una vida que se anexó a mi entorno, y ya lo extraño cuando no lo veo de inmediato. Si salgo de paseo y dilato tres o cuatro días sin volver, él me espera. Es de ver el regocijo en sus ojos, la fiesta en sus contoneos y saltos, el jadeo que deja ver su paladar negrísimo, los dientes torcidos por vaya uno a saber por qué accidente o golpe recibido, o quizás nació así.
Esa desigualdad en su dentadura le ocasiona gravísimos problemas, ya que no puede con sus parásitos y termina con ataques fulminantes de garrapatas, que se le multiplican de un modo atroz, y necesita ayuda constante de nosotros, los seres humanos, con medicamentos y venenos para combatirlas.
Su incorregible optimismo me obliga a reconsiderar, a veces, las actitudes de las personas. Veo su agradecimiento sin límites, su alegría por lo ínfimo que consigue de mí, la humildad al consumir cualquier alimento, su forma desaforada de gruñir, incluso cuando nada lo amenaza, para que quede bien claro que él es dueño.
“Tronquito”: le sienta bien el nombre, cualquier otro sería demasiado sofisticado para él, un perrito callejero sin elegancia, pero con dignidad de estrella guardiana.
No hay gato que se atreva a lanzarse en mi patio, ni pájaro, ni paloma, ni mariposa que soporte su embestida.
Sin que lo llame, él se acuesta a mis pies cuando mis ganas me llevan a disfrutar del jardín o la vereda, o cuando comparto unos mates con alguna visita, debajo de la media sombra y con vista a la calle. Entonces, su celo llega al extremo de rasguñar a alguna hormiga desafortunada que ande por ahí, y tampoco se salvan las moscas de sus dentelladas feroces.
Me mira intensamente con sus ojos de cánido ansioso, de pequeño ancestral lobo hambriento; me mira y una ínfima caricia de mi mano por su cabeza hace estremecer su cuerpo; ¡tan poco de mi parte alcanza para tanta devoción!
Es consciente de su pequeño cuerpo, de que no puede competir con los más grandes... Las deliciosas aventuras con alguna coqueta damisela perruna queda relegada, entonces, a ladridos detrás de las rejas mientras escarba furiosamente la tierra.
No podrá pasar sus genes a futuras generaciones; no puede arriesgar su vida con esa jauría callejera; entonces busca refugio en un lugar fresco y cómodo. Duerme... ¿o sueña...? De vez en cuando entreabre los ojos... y suspira, al igual que un humano resignado a permanecer célibe.
En las relaciones entre ellos no hay compromisos, sólo el goce de encuentros fructíferos, un regalo de los dioses, y la libertad como envidiable presente. ¡Cómo no ser optimista...!
¡Vida de perros...! ¡Poder vivir sin complejos ni trabas ni leyes!
Los humanos somos difíciles, complicados, envidiosos, queremos mucho más de lo que nos hace falta, y estamos malos... ¿verdad?... Entonces el cielo nos envía un perro, para que aprendamos la belleza que nos depara la humildad y el ser agradecidos. Él me enseñó y yo correspondo.
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Picho y yo

¡Ya es primavera!
En el patio, la acacia hizo reverdecer sus yemas, y el verde claro, luminoso, de sus hojitas nuevas se recorta contra el cielo limpio, azul. Y el clavel del aire enraizado en su tronco, también está sacando una varita azul lilácea, a pesar del continuo ascenso de la gata.
Un perfume de fresias parece disolverse en la brisa, que a su vez hacen balancear las amapolas rosas, rojas, lilas. Rebrotan los geranios, después de la feroz última helada
¡Que alegría!¡Mi pequeña hortensia no murió! Debajo de un montón de ramitas secas, ella aparece, chiquita, lozana, tierna
En una semana o dos todo esto habrá cambiado, _ pienso_ y será sólo un momento fugaz retenido en mi memoria
¿Fue el zumbido de las abejas lo que me movilizó? Quizás sí. ¿O el verde húmedo que se filtró por mi calzado? Me descalzo, y los pobres pies guardados durante todo el invierno, están blancos, sensibles. Brillan las uñas mojadas por el rocío fresco, y el cosquilleo del césped sube por mis piernas en un temblor suave que se aloja en mi mente.
Cierro los ojos.
Allí está la niña campesina disfrutando el frescor.
La soledad y los pájaros que vuelan alto, mientras se rozan apenas las hojas del cañaveral, me enseñaron que el silencio puede estar lleno. Y el aroma a pasto, a trébol, a manzanilla, continúa en el recuerdo.
¿Alguien caminó, alguna vez, de chica y descalza, por un camino polvoriento? La tierra con textura de talco fino... se siente como pisar nubes.
Vuelvo en mí.
Los ojos marrón dorado de Picho, fijos en los míos, brillan. Sin darme cuenta debo estar sonriendo, porque se agita todo, caracolea, mientras la enérgica cola proyecta ondulaciones a su cuerpo. Porque él intuye mis momentos, y sabe que ahora estoy bien. Picho, sin linaje, sin documentos; sólo mi Picho, negro, feo, mestizo, guardián. Y él misterio insondable de saber qué hay en su cerebro.
Por eso está invitándome a pasear como sólo un perro sabe hacerlo. Con las patas traseras firmes y las delanteras avanzando hasta apoyarlas completamente en el suelo, jadea emitiendo un leve aullido. Es la señal, "vamos"_ le digo_ y antes de que atine a calzarme, él ya corrió a lo largo de una manzana, mira atrás para ver si voy, se adueña de los terrenos baldíos hasta llegar al club, y allí se yergue como un señor ante los tres cuzquitos que se desternillan ladrando del otro lado del tejido. Sigo mi paseo por el parque que está entre el club y la ruta.
Allí han plantado tuyas, eucaliptos, cipreses, aromitos y sauces. La negrura del perro pasa como saeta entre las ramas bajas, se detiene, vuelve acorrer.
El sol entibia mi espalda, la respiración se me ahonda y me siento bien. Regreso.
Picho se tiende en el pasto.
De manera inefable parece trasmitirme, "nos divertimos, ¿eh...? gracias por el paseo", mientras mueve suavemente la cola y sus ojos me dicen de un deseo cumplido, el de él y el mío.
LA PALABRA DE NORI BRUNORI

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MAGALÍ VIDOZ. Nacida en Lago Puelo, provincia de Chubut. Cursa la carrera de Lengua en la Universidad de Córdoba. Toda su obra se mantiene sin editar.
LAGO PUELO, CHUBUT: A Lago Puelo se llega siempre por rutas asfaltadas: la Nº40 ex 258. Desde Bariloche, llegando a El bolsón y luego, siempre hacia el sur, unos diez y siete kilómetros por la ruta 16. Desde Esquel, por la misma ruta 40, después de pasar por Cholila, Epuyén y El Hoyo, localidades estas que, junto a El Maitén componen la Comarca Andina del Paralelo 42, se llega a Las Golondrinas, y girando hacia el oeste por una ruta asfaltada se llega en pocos minutos a la Perla de la Comarca, la localidad de Lago Puelo. EL PARQUE NACIONAL LAGO PUELO es uno de los parques nacionales de la provincia de Chubut. Un lago de aguas celestes, bosques y soto bosque a solo un par de kilómetros del pueblo, vestigios de la selva Valdiviana, única de este lado de la cordillera. Visita obligada de los turistas que notarán que este lago y su entorno de pitras, arrayanes, arroyos, bosques y montañas, es muy particular; a 200 mts. Sobre el nivel del mar, ideal para unas vacaciones cerca del pueblo y de la naturaleza.

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Círculo – Línea. MAGALÍ VIDOZ

Decimos que llegamos al final de un camino.
Qué final de camino ni final de qué ocho cuartos.
Una línea es eso, un pedazo de cuento, un recuerdo, una mirada mirada, un chupetín que se cae y se llena de polvo, el llanto una vez a la semana, o quizás dos o más veces, un desayuno en soledad, susurrar con los ojos abiertos, escuchar un susurro con los ojos abiertos, hacer una vez el amor, ponerse un arito y que duela la oreja, mirar fotos, una charla de por ahí, golpearle el hombro a alguien, no creer en la magia, usar pulloveres del mismo color cada día, tener miedo de viajar solo, una moneda de cincuenta centavos, un Cd que se rayó y no sabemos por qué, una milanesa de soja sin paquetito en la mesada sucia, un árbol que parece ballena pero en el fondo es árbol (tal vez quisiera ser ballena, pero eso no lo sabemos), una cara de una mujer que parece una cereza, el barquito con el que jugabas en la pelopincho: con una vela navegaba, entre el frío y el calor. Lo extraño es pensar que todos somos barquitos. A veces no prendemos velas, a veces no aprovechamos el viento.
Una línea es eso, un conjunto de puntos. Una línea: renglón, raya, trazo, guión, hilera, surco, banda, serie, tira, ranura, fila, vía. Y también: confín, límite, lindero, meta señal, dirección, trayecto, recorrido, frente y formación.
Una línea no puede estar extraviada en el espacio, tiene que tener límites, precisos si es posible. Debe tener una dirección: arriba, abajo, derecha, curva, va, apunta, pertenece. Qué tal si de repente vos que estás leyendo te sentís línea. Nuestros cuerpos son líneas. Tenemos pies, tenemos cabeza. Mis dedos son líneas, los senos, las piernas son líneas. La música, tiene principio y final, llegar tarde al colectivo y correr para alcanzarlo. Esas son líneas.
Y también, una vida es una línea si esa vida tiene plan: programa, esquema, dirección.
Pero.
Círculo. Un círculo es el sinfín. Es la entrega a algo que no se termina y que jamás ha comenzado pero tampoco comenzará, porque para ponerle tope, tenemos que establecer, un punto, y la suma de puntos es una línea, pero línea y círculo no son lo mismo, así que mejor no intentarlo. El círculo no implica tiempo, por que si no comienza en ningún lugar, tampoco lo hace en un tiempo específico. El círculo engloba: globo aerostático, globo de niño azul, redondel, lupa, tapa de frasco de dulce de frambuesa. Círculo no es volver siempre a lo mismo, porque eso implicaría indicarle al círculo a través de una línea, su nacimiento, pero éste, no lo tiene.
Círculo es integrar. Puedo pensar que sí, que todos somos barquitos con velas que funcionan o no, algunos se dan más maña que otros para navegar. Pero el círculo en relación al barco es la comprensión. Qué hace este barco acá, por qué en esta pelopincho, por qué este viento. Quién ha prendido mi vela. Por qué barco y no lancha o, qué se yo, avión. ¿No? En un círculo no podemos decir que llegamos a algo. Un círculo es un cuento y todos los cuentos, los recuerdos de toda una vida y de todas las vidas que atravesarán el camino hacia muchas otras vidas, una mirada completa, el chupetín que no se cae y es comido amablemente luego de ser regalo puro. Es la lágrima de historia, los desayunos de amor, el susurro y el susurrar con los ojos cerrados, compartiendo universos, el hacer el amor conociéndose, compartiendo universos, ponerse los aritos que una tiene ganas y que sean adornos del alma, mirar las fotos que nos gustan que nos muestran que nos mueven. Un círculo son esas charlas que nos hacen repletos, acariciar, ser magos, ponernos polleras y binchas de colores y de pájaros de colores, comprarnos pasajes hacia caminos fantásticos y ríos reales, el dinero que hace falta para ese pasaje y llega por medio de la abundancia y la casualidad, la música que estremece, las milanesas de soja comidas y a punto de ser comidas y a punto de ser compradas, un árbol que demuestra árbol y no montaña, una cereza como pezón de mujer a punto de ser lamida por boca de hombre, y una vez mas, todos esos barquitos que fuimos y que estamos aprendiendo a ser.

LA PALABRA DE MAGALÍ VIDOZ

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MARCELA MERCADO LUNA. Nacida en La Rioja en el año 1959, es Licenciada en Letras Modernas (UNC) y Profesora de Lengua y Literatura y Latín (IES). Dedicada a la crítica literaria y al periodismo cultural, es columnista de El Independiente Digital, y colabora también en otros medios gráficos y digitales de alcance provincial y nacional. Vinculada desde muy joven al quehacer editorial como correctora, prologó y presentó numerosos libros de autores riojanos, y actualmente dirige la Colección “La Ciudad de los Naranjos” de la BMM. Parte de su producción literaria (cuentos y poemas), apareció publicada en el Diario El Independiente, en la Antología nacional “Sol y Letras 2007” de Ediciones Baobab y en la antología “El amor de los riojanos” recopilada por Fernando Montero.
LA RIOJA: La Rioja es una provincia argentina situada en el noroeste del país, Región de Cuyo. Colinda al noroeste con Chile, al oeste con la provincia de San Juan, al sur con San Luis, al este con Córdoba y al norte con Catamarca. Las bellezas naturales de la provincia forman una atractiva invitación al turismo. Algunos de los principales centros se encuentran en Chilecito, al pie del majestuoso macizo de Famatina; en Nonogasta, en el valle del río Grande o de los Sauces, y en Villa Unión, desde donde se accede al Parque Nacional Talampaya que, por su valor paisajístico y paleontológico, ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, junto a Ischigualasto en la vecina provincia de San Juan.

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Bufanda de angora. MARCELA MERCADO LUNA

Me gusta quedarme en casa de la abuela. Ella teje junto al ventanal del comedor, y yo me acomodo a su lado con mis cuadernos, a dibujar. Cuando estamos las dos solas conversamos un poco: yo pregunto cosas y ella me contesta. A veces ríe de mis ocurrencias. Nos gusta eso, y también nos gusta callarnos, con esos silencios leves que apenas quiebra el susurro de las agujas de metal de la abuela –que van y vienen, van y vienen– y de mi cuaderno, al dar vuelta la hoja. Cuando un silencio así nos envuelve, la abuela dice que pasó la Virgen... sonríe y regresa a su tejido. A veces dejamos que la Virgen se pasee un rato por el comedor y retomamos el diálogo.
Amo esos momentos, las dos solas, porque a su lado me siento especial e importante. Los amo además, porque son escasos.
Es que la casa de la abuela suele aturdirse de voces, conversaciones y sonidos diversos, especialmente a la hora del cafecito, como llama la abuela a la sobremesa, cuando las tías y las primas más grandes vienen a tejer también y a hojear las revistas de modas que traen consigo. Suelen tomar café mientras tejen y comentan las últimas tendencias de la temporada o se consultan sobre la conveniencia de hacerse tal o cual modelo nuevo. Yo me voy replegando, con mi cuaderno, a un espacio cada vez más estrecho, a medida que la mesa del comedor se llena de revistas, pocillos, copitas de licor... y de ovillos de lana que alguna mano acomoda, unos al lado de otros, para apreciar la combinación de los colores que irán a convertirse en, por ejemplo, ese pulóver que luce Teté Coustarot en la tapa de Para Ti...
Mis primas mayores son muchas y hermosas. Yo las miro de reojo sin dejar de dibujar y las escucho hablar: de sus novios, de sus pelos –brillantes, lacios, perfumados– y también de los novios y los pelos de las chicas de las revistas. Aunque sin intervenir en sus diálogos, asisto en silencio a ese mundo glamoroso que siento lejano, inalcanzable. Cuando hay una fiesta de 15, los comentarios duran casi toda la semana, y son bastante interesantes: Mónica, que sabe encontrar el lado chistoso de las cosas, hace reír a todas con sus ocurrencias. Yo me río con ellas, y sueño también: sueño con hacerme grande, aunque creo que no seré así de linda porque mi pelo es una mata de rulos desparejos; y mi cintura, algo rolliza y sin forma.
Una vez Josefina me preguntó cuál de todas las primas me parecía más linda, y yo le dije “Son iguales de lindas”; pero le mentí porque para mí la mejor es Estela.
Estela es la mayor de todas. Es alta, delgada, un rostro que parece escapado de las revistas de la mesa. Sin embargo a su lado no me siento tan fea, quizá por ser ella la única a quien la belleza parece no importarle demasiado. A veces me cuenta cuentos que yo luego ilustro en mi cuaderno; también, a pedido mío, completa mis dibujos con un par de trazos hábiles y rápidos. Rara vez se queda tejiendo con las otras porque siempre anda muy ocupada: es maestra y, además, estudia en la universidad. Suele venir, eso sí, a tomar el café de la sobremesa con la abuela; conversa un ratito y pronto se despide porque –dice– tiene que preparar sus clases.
Pero, esta siesta de invierno, Estela se ha quedado sin prisas a compartir la rueda con las demás: mira divertida las revistas que le alcanzan, y ríe comparando su flamante bufanda de angora blanca con los muchos modelos similares que lucen las mannequins de las páginas que se abren y cierran entre sus manos. Acaba de recibir por encomienda esa bufanda –que arranca exclamaciones y muestras de admiración en la rueda–; la ha enviado de regalo Eduardo, su novio, que estudia y trabaja en Buenos Aires.
–Mañana cumplimos tres años –nos cuenta Estela–. Es un regalo de aniversario.
Las tías y las primas, mamá y la abuela, todas, hacen comentarios y se pasan una a otra la larguísima bufanda blanca. Se la miden, se envuelven con ella, qué divina, qué fina, que sabés lo que cuesta una de éstas... que te la ponés con cualquier cosa y quedás elegantísima, pero dejen de tocarla tanto que le ensucian la bufanda a Estelita.
Y Josefina, que es la vanguardia en los temas de la moda, comienza a hablar sobre las numerosas posibilidades de la prenda y hasta improvisa una pasarela en el comedor para hacer demostraciones. La bufanda es realmente de sueños, y a Josefina –alta, como Estela– le cuelga hasta las pantorrillas.
Pero, ¿y eso que hay en el estuche? Alguien se apura a sacar lo que queda aún de la encomienda.
–¡Miren! Un gorro y unos guantes que completan el juego.
–Ah, no –Estela protesta –; yo no pienso salir con ese gorro.
Josefina retoma la palabra, dice que debe usar el conjunto, que en Buenos Aires todas las chicas salen así. Y mientras le acomoda a su dueña uno por uno los accesorios en cuestión, sigue hablando y dando consejos: que es modernísimo, que mirá, así, qué finura; y , además, todo esto va con botas de media caña, sólo con botas: no es cuestión de ponérselo con cualquier cosa y entorpecer la armonía del atuendo. Estela la deja hacer, sonriendo obediente, y gira sobre sí para mostrarse con el conjunto de angora completo. Josefina se entusiasma con su disertación sobre accesorios de lana, abre una y otra revista, apoya sus dichos en las fotos del figurín, elogia, compara, crea, diseña su propia bufanda... pero Estela ya no la escucha: ha salido al patio porque en el zaguán hay una niña que golpea las manos.
Yo detengo mi lápiz y miro a través de la mampara. La voz de Josefina sigue sonando como una música de acordes monótonos. Afuera, Estela parece hablar con la niña que ahora avanza y se detiene frente a ella en la mitad del patio. Es menuda y sucia: su cabecita despeinada no tiene ningún brillo, lleva un vestido ligero que no se compadece con la fría estación del año. Veo sus pies –oh, Dios– mal cubiertos por unas sandalias que le que quedan grandes y dejan a la intemperie unos dedos diminutos y morenos.
Josefina ha dejado ya de hablar. Todas miran hacia el patio. La abuela, siempre práctica, va hasta la cocina y saca de la alacena lo que queda del pastel de carne del almuerzo. Sale con el pastel, pero se detiene mirando a Estela, que ahora se quita el gorro y se lo mide a la niña... se saca los guantes, se los hace calzar a la niña... Ésta sonríe y se lleva las manos a las mejillas, como probando la suavidad de los guantes. Luego, gira la cabeza hacia el zaguán: ahí un muchachito, más menudo y peor abrigado que la chiquita, se asoma y avanza con los ojos fijos en el trozo de pastel que la abuela –petrificada junto a una maceta de geranios– sostiene aún sin decidirse a alcanzárselo a la niña porque teme (estoy segura de ello) que se manchen los guantes de Estela, que la niña acaba de ponerse. Al ver al chico, la abuela sale de su turbación y le ofrece el pastel a él. Sin dudas andan juntos; los dos sonríen y salen (¡ella con el gorro y los guantes!) repartiéndose en porciones el trofeo comestible. Estela sigue en el patio. Ahora los dos niños se detienen en la mitad del zaguán. Parece que mi prima les ha dicho que esperen y va hacia ellos. Aunque bajo los efectos de la consternación que la locura de Estela les produce, no deja de causar gracia a las otras el aspecto de la pequeña mendiga, con guantes y gorro de impecable angora. Nuevamente frente a los niños, Estela se despoja de la bufanda y envuelve con ella al muchacho: le da tantas vueltas al cuerpito que casi lo inmoviliza.
–¡Qué hace!
Aquí en el comedor cunde la alarma.
–¡Se ha vuelto loca!
–Siempre lo estuvo.
–Ay, esta chica –protesta la abuela entrando desde el patio con la nariz roja de frío–, como si les sirviera de algo a estos pobres infelices un conjunto de angora blanco.

Estela vuelve al comedor medio tiritando y acerca sus manos a la salamandra encendida. Algunas voces intentan recriminarle su falta de cordura, pero se apagan ante la impavidez de la prima mayor con las manos aún extendidas hacia la estufa.
La Virgen, extrañamente, logra pasar en medio de tantas mujeres parlanchinas, y el silencio puede ser infinito si yo no intervengo para decir por la abuela:
–Pasó la Virgen.
Pero a nadie parece importarle. Me dirijo a la abuela:
–Abuela, pasó la Virgen.
Ella se vuelve a mí y asiente con la cabeza como dándome la razón, y nada dice. Sigue siendo Estela el centro de todas las miradas, y entonces Mónica hace una pregunta puntual:
–Y ahora, ¿qué le vas a decir a Eduardo?
Ella instala una sonrisa en su cara de tapa de revista y se encoge de hombros por toda respuesta. Luego se levanta, besa a la abuela y agrega con voz quebrada pero sin dejar de sonreír:
–Que era una bufanda muy hermosa, ¿verdad abuela? Ahora, chau, me voy a preparar mi clase de mañana.
Apenas sale, las chicas reanudan por lo bajo sus manifestaciones de repudio a los sucesos del patio. Hablan entre ellas: sus voces, sus manos, sus gestos se alían para proclamar la insensatez de la prima. Pero la abuela cambia de tema abruptamente. Y no se habla más del asunto. Ni se hablará –creo– en los días sucesivos.
La Virgen pasa a cada rato y yo hundo la cabeza en mi cuadernito pero no logro concentrarme en el dibujo: los rostros me salen sin ninguna simetría, y los cuerpos tiesos y sin gracia, como si no los dibujara yo, como si los hiciera un chico de primer grado... Y es que en realidad no estoy aquí, porque mi alma de nueve años deambula acorralada entre estas cuatro paredes, y al fin se escapa del comedor al patio, cruza el zaguán, sale al frío de la ciudad... Y se va detrás de dos niños vagabundos, más o menos de mi edad, que atraviesan las calles desiertas, con un blanco conjunto de angora para dos, mal combinado con zapatos precarios, y a total contrapelo de los sabios consejos de Josefina.
LA PALABRA DE MARCELA MERCADO LUNA

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AUTORES EXTRANJEROS Y SUS TEXTOS:

RENÉ RODRÍGUEZ SORIANO (Constanza/República Dominicana) Constanza, República Dominicana es un municipio de la provincia de La Vega en República Dominicana. Se caracteriza por su clima templado, caliente durante el día y fresco durante la noche. Visitado por turistas que gustan de las aventuras e interesados por su gran variedad de paisajes montañosos. Cuenta con las más importantes reservas naturales del país: Valle Nuevo y Ébano Verde. Éstas tienen un papel importante como aporte a la Biodiversidad de todo el país, encontrándose aquí diversas variedades de plantas únicas en el mundo. Posee una alta producción de hortalizas, flores, ajo, papas, fresas y otros cultivos de clima templado. Bautizada por sus habitantes como "El Paraíso Terrenal ó La Suiza del Caribe".
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UNA MUCHACHA LLAMADA JOSEFINA. RENÉ RODRÍGUEZ SORIANO

Una muchacha alta, delgada, con los ojos negros y las piernas más rotundas que Marlene Dietrich en sus mejores tiempos. Sonríe para espantar a los ángeles que a menudo le alborotan su cabellera cuidadosamente descuidada. A veces, habla de cine. Otras, de bisutería fina. A todos conquista.
Los niños la persiguen por los parques y todos quieren compartir con ella sus meriendas. Juega con ellos distraída. Les forma ditirambos en sus libretas y se aleja tan tranquila que casi nadie advierte su partida.
Sin embargo, los hombres sucumben sin reparos ante su aroma salvaje. Es una cervatilla. Acostumbra llevar un librito de versos en su bolso (¡no le crean!). Nunca los lee, conoce todos los versos, todos. Aun los nunca escritos por poeta alguno.¿Y las demás mujeres?
Nadie osa envidiarla. Invadir su territorio, ni pensarlo. Es lo innombrable. Todos quieren tocarla pero se esfuma, al menor movimiento o asomo se escabulle, mansa como arroyuelo que se filtra por sus ojos –negros, creo que dije- que articulan una luz imperceptible para incautos y donjuanes de baja estofa. Toca piano y violín. No canta, es bailarina y sólo pueden percibirse sus pasos en El Lago de los Cisnes o en El Cascanueces.
Esta mañana, muy temprano, penetró en mi oficina y descompuso todo el orden del día. Se llevó mis bolígrafos, borradores, un cartabón y todo el papel cuadriculado (dijo mi secretaria, que también dos carboncillos, un pliego de papel Fabriano, un set de pasteles y cuatro colores de la acuarela de Goico). Andamos todos desarticulados, embriagados con el aroma salvaje que dejó perdido en los rincones. Desparramó tinta invisible en unos documentos confidenciales que Armanda guardaba en sus archivos. Es increíble, le arrancó la fecha de hoy a mi calendario.
Acabo de saber también que ayer pasó por la televisión y la dejó en blanco y negro. Se llevó todos los demás colores. La radio suena opaca. ¿No será que se ha quedado con los agudos y el brillo? Sospecho que no podré escuchar ahora los falsetes y toda la coloratura de Gayle Moran, Anita Baker, Flora Purim ni las canciones viejas de Estela Raval. Pena me dan los simples, los que se conforman con las voces apagadas, con la música sin timbre, ellos no lo podrán notar. Nunca extrañan nada, no están acostumbrados, son conformistas.
Como conformistas son los que no han visto nunca una huella de su delicado pie al borde de una gota de agua o no han percibido su aliento en el latido de un niño que vuela una chichigua a la orilla de una tarde de marzo. Incautos, no la conocen. Poco les importa.
Todas las mujeres quisieran ser ella. Esa muchacha alta, delgada, con los ojos negros y las piernas más rotundas que las de la Dietrich en sus mejores tiempos, conspira. Conspira contra la seguridad de todos los estados emocionales. La quisieran todos: los periodistas, los banqueros, los cazatalentos, los pintores, los sacerdotes, los directores de orquestas, los teatristas, los astrólogos y hasta los saltimbanquis de las ferias, los gobiernos o los circos. Ilusos, todos. La perseguirían, formarían legiones tras sus pasos.
Hasta los economistas, los consultores y consejeros de Estados abandonarían su chata y monda realidad para buscarla. Formularían tesis y proclamas para ganarla, para anexionarla a sus grises y esquemáticas nóminas de centricidades y manías. Imposible, no les está dada tal suspicacia. Lo sé. Ayer, incluso, dos despistados detectives capturaron a un funcionario al borde de la cordura, que juraba habérsela arrebatado a un niño que la guardaba en su botellita de burbujas. Lo acosaron a preguntas. Lo llevaron al Congreso y, lelos, lo escuchaban cuando la describía y la desdibujaba con su paleta de colores. Qué risa daba, verlos allí tan enjutos y embebidos, mirando transmutarse (enano y funcionario) en sapo cantarín, subirse en el estribo y escapar raudo y tierno sobre el unicornio de la nada.
Hace exactamente cuarenta días y cuarenta noches que ya nadie duerme ni trabaja. Sólo se habla de ella, se la busca. Esa muchacha alta (¡la de las piernas de Marlene!), ha trastocado todo: el clima, la Vía Láctea, el tiempo y el espacio, las oficinas y las fábricas, las calles y los parques, las artes y las ciencias. Hay quienes intentan arrancarle el alma, la vida. Otros sólo quieren apropiársela para sí, esconderla para mercadear parte por parte cada átomo de su cuerpo, su perfume, su andar.
Yo también la busco. Empeño mis fuerzas, mi pluma fuente, mis discos en pasta, mis libros, mis tres chichiguas, mis mejores amigos, mi almohada de plumas, mi encendedor de nácar, mis calcetines claros, mis papeles de bachillerato, mi álgebra de Baldor, mis tortuguitas centenarias y mis zapatos de tenis. Todo lo cedo, lo doy a cambio de una información sobre su paradero. Hace un rato volvió por mi oficina y me dejó un recado que nadie supo transmitirme.
Si acaso usted la ve, avíseme enseguida. Sólo sé que se llama Josefina. (La radio y otros boleros, 1996)
LA PALABRA DE RENÉ RODRÍGUEZ SORIANO

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¡¡¡MUCHAS GRACIAS A TODOS!!!

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